Quienes han vivido alguna vez en su vida en grandes metrópolis podrían afirmar sin temor a equivocarse que las ciudades son difíciles de administrar, y que lograr que en ellas todo funcione a la perfección resulta ser una tarea titánica. Bien lo saben quienes han dirigido el destino de grandes urbes, como nuestra querida ciudad de Córdoba.
Una de las maneras más didácticas de explicar cómo trabajan las células de nuestro cuerpo es, justamente, comparándolas con el funcionamiento de las complejas ciudades que la humanidad ha desarrollado durante milenios, tal como se expone en el stand “Ciudad Célula” de Cuatrociencia.
Y si bien la naturaleza se ha encargado de que la unidad fundamental de los seres vivos -o sea la célula- trabaje a la perfección, no siempre todo se desempeña como fue planeado. Cada sector de estas “ciudades microscópicas” cumple un rol fundamental en el funcionamiento del todo, y al igual que en las grandes urbes, un error en cualquiera de esas secciones puede producir una catástrofe.
El centro que dirige la mayor parte de las funciones de la célula se encuentra en el núcleo. Allí se almacena toda la información que se necesita para que la “ciudad” trabaje como un reloj. Pero esa información, que se encuentra codificada dentro del ADN de los cromosomas, puede a veces estar cambiada o inclusive faltar. Y este desastre “administrativo” puede hacer que todo funcione más lento o que se terminen cometiendo errores fatales. Muchas enfermedades hereditarias, como la hemofilia o las distrofias musculares, se desarrollan por “cambios o pérdidas de expedientes” en nuestra biblioteca central, y por ahora en muchos casos es imposible “reiniciar el trámite”.
En el complejo industrial de la célula, conocido como retículo endoplásmico, se producen la gran mayoría de los componentes que sirven para construir la ciudad, desde sus rutas internas, pasando por sus edificios, hasta inclusive la maquinaria que cumple múltiples funciones. Cualquier error en esta fábrica o en su centro de distribución, llamado aparato de Golgi, puede tener consecuencias desastrosas para toda la micro-ciudad. Un claro ejemplo de estos “errores de fabricación” es la enfermedad hereditaria conocida como fibrosis quística.
Al igual que en las ciudades, el reciclado de la basura y su descarte es también un gran problema para la célula. Estas tareas son llevadas a cabo por los endosomas y los lisosomas respectivamente, y cualquier desajuste en sus funciones puede llevar a la destrucción completa de la urbe celular. Enfermedades como la de Tay-Sachs son producto de una ineficiente degradación de la “basura”, la cual comienza a acumularse haciendo estragos en el sistema nervioso.
¡Y ni que hablar cuando se corta la luz!. Los problemas que se originan en las centrales de energía de la célula -las mitocondrias- tienen consecuencias tan graves como las que ocurren en las grandes ciudades, como es el caso de ciertos tipos de diabetes.
En muchos casos poco podemos hacer, sobre todo si las “ciudades” vienen falladas de fábrica. Pero cuando no es así, podemos tomar el control como “intendentes” de nuestras propias células, dándole todo lo que necesitan para funcionar perfectamente, a través de una buena alimentación y una vida sana, ya que hay que mantener a nuestras ciudades en condiciones para que duren mucho tiempo. No sea cosa que no nos reelijan para otro mandato.
Colaboración: Alberto Díaz Añel