Ellos sabían que en Semana Santa estarían en el Pabellón. Si alguno se ilusionaba con tener esos días para estudiar, descansar o disfrutar, la realidad fue otra. O mejor dicho, fue cambiada. Porque ellos disfrutaron y mucho. Más allá del cansancio, pusieron al servicio de la comunidad sus saberes. Y devolvieron, en pequeñas dosis, todo lo que la UNC les brindó y les brinda. Ellos fueron los becarios de Cuatrociencia.
Mezclados entre la gente, eran los guías de la muestra. Sus remeras negras eran su carta de presentación, más allá de la credencial que se notaba sobre el pecho. Un pecho inflado de orgullo.
Estaban los que eran guías y los que explicaban cada stand. Allí explicaban lo estudiado cada vez que se les consultaba. Lo que los libros le confiaron, ellos se los contaban a los curiosos. Ejemplificaban con la vida cotidiana, invitaban a los presentes a razonar.
Con alma de docentes, la prueba de fuego llegó junto a los alumnos de los colegios. Se complementaban con los docentes para despertar y alimentar la curiosidad de los más chicos. Desde la Plaza de la Física y la Matemática, donde el Giróscopo era lo más atrapante hasta la Farmacia Verde. Desde el Cubo Maravilloso de colores, pasando por Robótica, hasta el viaje que uno podía hacer por la Prehistoria en Espacio Saurus. En todos los stands los becarios tuvieron su protagonismo. Ya que sin ellos, nadie hubiese entendido nada.
El Pabellón estuvo inundado por miles y miles de estudiantes. Y ellos llevaron a cabo las actividades de la mejor manera. Ya sea en el subsuelo, o en el patio aguantando el sol, se disponen de la mejor manera.
Entre ellos las charlas se daba naturalmente. Mejor si había un mate de por medio, pero si no, de igual manera las historias y las carreras se cruzaban. Las amistades nuevas, las risas, la anécdota de alguna historia vivida en la Ciudad Universitaria se fueron acumulando, mientras las puertas de la Muestra se abrían. Allí la acción los llamaba y se dispersaban automáticamente, para afianzar las experiencias profesionales y personales.
Hacia el final, alguno que otro tuvo que buscar un poco de voz. La repetición los cansaba, y eso les instaba a encontrar formas originales para decir lo mismo, de diferente manera; para hacer más atractiva su charla; para llevar a cabo de la mejor manera su función en Cuatrociencia. Ya sea en Semana Santa, o al finalizar la muestra. Tod lo hicieron como si fuera el primer día.
Colaboración: Juan José Coronell