Escuchar es uno de nuestros cinco sentidos fundamentales. Nos permite comunicarnos, entender, escuchar. Ser humanos que pueden vivir en sociedad. Explicar y difundir este valor primordial de la audición es la propuesta del stand de Cuatrociencia “Oír todos”.
El espacio, montado por el Centro de Investigaciones Acústicas y Luminotécnicas (CIAL), contiene en su ingreso un decibelímetro, un micrófono donde el público emite sonidos, junto con un panel de gráficos y una tabla de decibeles (la unidad de medición del volumen) que indica hasta qué punto han llegado con su voz. Si uno grita, los decibeles superan los 70 puntos y será equivalente al ruido que escuchamos en una ciudad céntrica. Si susurramos, el nivel será equivalente al que puede generar una mosca.
También nos podemos encontrar con una cabina cerrada para que la gente ingrese y experimente con distintos sonidos que nos permite comprender y emparentar los decibeles de distintos sonidos medidos con exactitud, por ejemplo, el despegue de un avión o un helicóptero.
Pero ¿por qué es importante conocer el nivel del sonido que emitimos y el del medio que nos rodea?
El sonido, cuando supera cierto límite, impacta en la salud y en la forma que tenemos para socializar. El ruido o la contaminación sonora nos afectan – paradójicamente– de modo silencioso, sin que nos demos cuenta.
Es por ello que en el stand podemos encontrar un audiograma, un gráfico donde se explica las distintas escalas de pérdida de audición (leve, aguda y profunda), denominada también hipoacusia, la patología que se produce por estar expuestos a altos niveles de sonidos. En el audiograma se describe de modo ameno cómo al estar expuestos regularmente a ambientes sonoros agresivos, podemos sufrir, con el paso del tiempo, distintos niveles de hipoacusia. Es fácil entenderlo cuando vemos que los conductores de helicópteros, los operarios de fábricas que trabajan con máquinas ruidosas o las personas que orientan los despegues de los aviones en las pistas de aeropuertos, llevan siempre protección en sus oídos. Si no lo hicieran, en poco tiempo sufrirían pérdida de audición.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) impuso como límite para la exposición humana los 55 decibeles, sin embargo, científicos de la Universidad Nacional de Córdoba registraron cómo en distintos puntos de la ciudad la contaminación sonora producto del congestionamiento de tránsito supera holgadamente este límite. Algunos de los casos que exponen son en las intersecciones de las avenidas San Jerónimo y Chacabuco (78 Db), la rotonda de Plaza España (76 Db) y Bv. San Juan y Cañada (77 Db).
Al retirarse del stand de Cuatrociencia, el visitante podrá apreciar el viejo y conocido dicho: “el silencio es salud”.
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